El problema de la medicina en España
No es una queja lo que voy a publicar aquí. La medicina en España tiene grandes problemas y yo los he sufrido en mis carnes. Por ahora no me han ocasionado más que pérdida de mi calidad de vida. Qué se le va a hacer. Esto último es el problema. No hay reacciones. Estamos todos ahora con la moda de la política. Que si manifiesto para los derechos de los internautas, que si la mala gestión económica del gobierno, que si los recortes presupuestarios para la ciencia…etc. No quiero quitar protagonismo. Todo esto me fastidia, me irrita, me jode. Pero todos esos sentimientos no serían posibles sin vivir. Sí, vivir. Algo que se está menospreciando. Por lo menos a nivel de la sanidad española. Sin la vida no se puede protestar, ni quejarse. Pero, lo peor, es que no se puede vivir. Menuda redundancia: sin la vida no se puede vivir. A ver que os parece mi experiencia (como buen blog de laboratorio): He tenido 3 grandes problemas sanitarios (despreciando una operación de amigdalitis a mis pocos años de edad). Todos de índole distinta. Todos con médicos de cabecera distintos. En dos ciudades distintas. Y en todos los casos, el diagnóstico final no es inferior a los nueve meses. Y mi edad no llega a los treinta años. Esto me ha dado mucho que pensar. Y mi opinión sobre el sistema médico español es simple: es una MIERDA.
Conversando con todo tipo de personas, es cierto que yo estoy cerrado en banda en este tema. No hay nadie que me convenza de lo contrario. Incluso, todos terminan dándome la razón. Y me ha gustado una última opinión que he escuchado estos días. La comparación del ojo clínico de la medicina tradicional con la saturación de información que tienen los médicos actuales. Por ejemplo, cuando se tenía un problema muscular el médico hacía lo lógico: preguntaba al paciente sobre todo lo que le pasaba, indagaba en su situación laboral y del día a día y lo exploraba concienzudamente hasta el límite que las técnicas del momento le dejaban. Recordamos: preguntar, indagar y explorar. Hace casi un año me dirigí a la consulta de mi médico de cabecera con un dolor en un hombro al realizar ciertos ejercicios de musculación. La única pregunta que escuché fue «¿qué le sucede?». Y yo lo expliqué de forma detallada. Se levantó y empezó a moverme el brazo por si me dolía en alguna posición. Era para reirse. Imaginad que decís a alguien que os duele la mano al abrir y cerrar los dedos con la palma hacia arriba. Y que esa persona, para comprobarlo, os coge la mano, la mira, la gira como si del CSI Miami se tratara, y se extraña que no duela con esos movimientos. ¡Por favor!. Pero poneos en mi piel. Yo tengo un nivel académico elevado. O eso creo. Además de estar estudiando para obtener el título de Entrenador personal de culturismo y musculación. Y aún pidiendo que observara el verdadero movimiento que me ocasionaba el dolor, el médico no hace ni caso y se sienta para rellenar un papel y pedir cita a rayos. Con la consecuente pedida de cita al especialista: el traumatólogo. Atención a la palabra «especialista». En tres semanas o cuatro estaba delante del especialista. El cuál hace los mismos comentarios absurdos que un médico de cabecera. Pero es que también me hizo los mismos movimientos. Y se extrañaba de que no me doliera. Incluso se atrevió a darme un diagnóstico sin saber de donde venía mi problema. Pero, como los médicos están en el «Olimpo», en cuanto le comenté mis conocimientos sobre la materia, el tipo de movimiento específico de musculación y los diagnósticos de otros conocidos (yo estoy bastante metido en el deporte y he podido comentar esta lesión con otros que han sufrido daños similares), pues me miró con desprecio y volvió a explicarme las cosas como si tuviera 12 años. Conclusión: más pruebas. Esta vez una ecografía. (¡Ah!, se me olvidaba decir que después de las radiografías que tuve que llevar a mano a mi medico de cabecera, esta persona me preguntó que si no me había dado hora para el traumatólogo. Por lo tanto, perdí una semana entre cita con el de cabecera y que me dieran para el traumatólogo).
La cita para esta ecografía tardó algún mes que otro: cuatro. Y la conseguí al pasarme por el hospital y dirigirme a la secretaría y que la señorita «al mando» levantara su cabeza de su conversación del corazón con la amiga de turno me la «concediera» alegando que «ya me iban a llamar». ¡Qué casualidad!. La ecografía no estuvo mal. La especialista vino mascando chicle y me exploró de arriba a abajo. Eso sí. Mejor no podía haberme explorado. En esta ocasión salí satisfecho. Pero no supe nada de lo que había visto de no ser porque soy curioso y, según me vestía, ojeé mi hojita de la cita en la que había escrito un par de anotaciones y al final se leía «posible tendinitis». Para no aburrir, sintetizaré lo que siguió hasta hoy: vuelta al traumatólogo, cita con rehabilitación (2 meses), cita para empezar la rehabilitación (3 meses y esperando a que me llamen después de volver a hablar con una señorita encargada en persona y decirme de nuevo que estarán a punto de llamarme).
Vale que no es una cosa de vida o muerte. Pero algo raro pasa. Que me ocurra con otra lesión y con un problema digestivo, no es casualidad. A mí me han quitado (mejor dicho, me están quitando) calidad de vida. ¿Y si me la quitan del todo?. Si mi problema digestivo hubiera sido canceroso, no estaría escribiendo esto. Ese es el problema. Cuando se pasa de un problema cualitativo a uno cuantitativo.
Tuve en una ocasión un golpe jugando al fútbol y tuve la oportunidad de pasar los gastos del tratamiento en una clínica privada a la seguridad social. Fue una lesión en el pié. ¿Sabéis quién me vio en la misma semana?, un especialista (de verdad) en lesiones deportivas. Con experiencia. Y ojo clínico. 3 semanas más tarde estaba corriendo de nuevo.
Me dicen que proteste. Que ocurren estas cosas porque no se protesta. ¿Por qué tengo que hacer más trabajo que el mío? ¿Es que no hay nadie que regule esto?. He gastado tiempo y dinero en un par de pruebas que no me han diagnosticado el problema (sí, finalmente me han dicho que debe ser una tendinitis porque no ven nada) y que han ampliado la cola de espera para otras personas que, a lo mejor, las necesitan más que yo.
La falta de profesionalidad a la hora de actuar en el sector médico en España necesita un control. La medicina no es lo mismo que arreglar el coche. Se trata de nuestras vidas. Estoy seguro que hay médicos que su profesionalidad no se puede dudar. Tan sólo me gustaría que la probabilidad de encontrarme con ellos sea mayor que la de encontrarme con los que me he encontrado (y sus «gestoras administrativas»).
Espero que el año que entra mejore mi situación. Pero, y hablando desde la ciencia, me da miedo que mi experiencia se extrapole a otras situaciones y que el valor significativo obtenido en mi muestreo aleatorio en tan sólo 3 situaciones afiance mi hipótesis: hay un problema en la medicina.